Y sigue sucediendo.
El mar acoge el goteo incesante de personas que buscan una vida mejor.
Y si consiguen alcanzar las costas, es posible que como mucho encuentren lugar como refugiados.
Los que se ahogaron en el intento, ya no cuentan, y los que lograron llegar a la costa, las más de las veces, serán pasto de la carroña y corrupción de las mafias.
Dejarán de ser personas.
Serán moneda corriente de la vulnerabilidad.
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