Siempre he tenido curiosidad por observar las miradas de mis semejantes. Es como tener un gran zoom en donde puedes penetrar en la mirada e intentar interpretar a tu manera lo que puede estar expresando esa mirada.
De pequeño, cuando entraba en alguna confitería, me gustaba observar las caras de las personas que se paraban ante el escaparate que el dueño de la pastelería ponía con sumo cuidado los diferentes productos que elaboraba.
Desde ese zoom que era para mi el escaparate, me imaginaba lo que debía de estar pensando ese niño de parecida edad a la mía, y me quedaba en mi retina la mirada que dejaba traslucir cuando sus ojos se posaban en eso merengue que tenía una forma de rosa blanca.
Muchas veces me quedaba con las ganas de salir y decirle qué era lo que estaba pensando. Pero no lo hacía, pues seguro que me diría que lo que estaba pensando, es por qué yo me lo estaba tomando y él no. Si, esa mirada se me quedó grabada durante tanto tiempo, que aún ahora con el paso de los años, es como si la estuviera viendo en este momento.
Después a lo largo de los años, también me han seguido interesando ¿intrigando? las distintas miradas que mi zoom han ido captando hasta estos momentos. Han sido miradas de todo tipo; he visto, tanto de niños, como de jóvenes, gente de más edad y cómo no, miradas de gente que llamamos mayor.
Intento resumir las miradas. De sorpresa, de curiosidad, de miedo, de reprobación, de lástima, de contrariedad, del absurdo, del amor, de la ternura, de compasión, de incomprensión, de aprobación, en definitiva de todas las actitudes que los seres expresamos con nuestras miradas, como si fuéramos una gran fábrica que nunca se agota, precisamente de sorprendernos en este globo terráqueo.
Pero es una mirada concreta, la que me atrapó en mi ser y me sigue haciendo daño. Me refiero a una mirada de un niño en África captada en una instantánea de un fotógrafo en donde se ve a un niño escuálido a punto de desvanecerse, y en un segundo plano un buitre esperando que exhalara su último suspiro.
Jamás se me quitará la imagen en mi mente de ese niño, que seguramente a causa de las malditas guerras que la soberbia de los 'señores de las guerras' en todo el mundo, no saben nada de las miradas.