Es que solo con pasear la mirada por ciertos titulares de los medios de comunicación escritos y hablados, no tengo más remedio que preguntar ¿estamos ante una autodestrucción?
Desde luego la RAE, dicha palabra la define como: "Destrucción de sí mismo".
¿Estamos condenados a la autodestrucción?
De pronto, aquellos escalones que me gustaban subir para divisar una vista sosegada y limpia de la ciudad, me costaron remontar uno a uno.
Vuelvo a bajarlos, como tantas veces y noto que mis rodillas se resienten y chirrían.
Según aterrizo a mi punto de partida, tengo la sensación de que se ha presentado irremediablemente mi vejez.
Ya en casa, tomo, retomo en mis manos un libro de una gran escritora que ya no está entre nosotros.
Su título: "Todo va a mejorar". Termino hoy su lectura.
También sabe que, a la vida, le llega su vejez.
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Releyendo a Francisco de Quevedo, el genial Quevedo, escribe en el siglo XVII un soneto parodiando la nariz de Luis de Góngora.
Hoy día tenemos muchas metáforas sobre todos los aparatos tecnológicos que se nos 'pegan' también a nuestro cuerpo y por supuesto a nuestras mentes.
Vemos, cada vez más, a las personas que no abandonan casi nunca su móvil.
Puede ser que nos estemos destruyendo a nosotros mismos y lleguemos a ser analfabetos de las cuestiones más normales que la vida nos depara.
Así es que cuidado no nos vayamos a quedar atónitos con preguntas que no sepamos responder.
Érase una vez...
Tengo un nudo en mi mente que no consigo desatar.
Como dice mi subcabecera de este blog, soy un 'Aprendiz de la vida. Busco la verdad'.
La evidencia de ser un aprendiz de la vida es algo que llevamos desde que nacemos.
Pero la búsqueda de la verdad es como poco, inquietante.
La primera definición que me encuentro en el diccionario de la Real Academia Española es: "Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente".
Un nudo en mi mente.
Tomás Moro, en el año 1516 describió utopía como una isla imaginaria en donde los sistemas político, legal y social fueran perfectos.
Visto lo visto a estas alturas de la historia, habría que tener mucha imaginación para intentar crear una sociedad que nos llevara a esa sociedad utópica.
Nos convendría tener esa imaginación para que la actual sociedad no nos destruya.
¿Utopía?
El título VIII de la Constitución está inacabado.
Allá por el año 1978, los llamados 'padres de la constitución' no sabían cómo solucionar pasar de un Estado unitario franquista a un Estado federal, que acabó siendo un Estado multinacional.
A lo largo de esos 44 últimos años, se han ido desarrollando competencias a las 17 Comunidades Autónomas.
Por ese motivo tenemos actualmente unas transferencias de poderes sin haber terminado la Transición.
¿Quién rebaja más los impuestos?
¿Por qué las decisiones de los que 'mandan' en el mundo, nos produce, las más de las veces, terror?
Volvemos al bien y al mal, esa dicotomía que tanto nos gusta,
Tenemos poco que ganar con cualquier guerra larga. Siempre ha sido así.
¿De qué sirven los '¿G-7', 'G-20' y todos los 'G' que se nos ocurran?
¿Para qué?
No solo nos tenemos que conformar con condenar verbalmente la invasión de Ucrania. No debemos afianzarnos al miedo de la pesadilla nuclear.
Orientemos nuestros esfuerzos en desplegar el genio de la política y la diplomacia.
Apartemos la pesadilla nuclear.
No deja de sorprenderme la forma de comunicarse los miembros del Congreso de los Diputados y los del Senado.
Las sesiones de los debates suelen ser tediosas. Sobre todo por las puyas que se lanzan entre los debatientes.
No podemos seguir así; los administrados debemos exigir que diputados y senadores, se ocupen de desarrollar las políticas, para el bien de todos los administrados.
Pero lo que seguramente ocurre, es que dichos diputados y senadores, se hayan acostumbrado a que nosotros, los administrados, estemos en continuo estado de sumisión.
Cuando te quedas con el corazón en un puño (es un decir), es por los acontecimientos que se producen vertiginosamente y no da tiempo a digerir.
Ahora, alguien de éste mundo, se le ocurre cerrar un grifo, que es fundamental para poder vivir.
Tratan de tenernos siempre en vilo.
Al parecer no hay una salida, para la hecatombe que se avecina.
Nos imponen, desde las instancias del poder, las leyes que hacen para aprovecharse de nuestro miedo.
Siempre he pensado que si nos enzarzamos en acusarnos mutuamente, no nos escuchamos.
Es lo que se dice, una tontería, pues el otro insistirá en acusarme y yo de hacer lo mismo.
No escuchamos, ya que si lo hiciéramos, seguro que encontraríamos alguna solución, pero no escuchamos.
Sólo insistimos con un cruce de acusaciones.
El 24 de febrero 2022, Rusia invade Ucrania.
Concretamente Putin ordenó en esa fecha atacar la región de Donbas.
Entonces el presidente ruso dijo que abría hostilidades contra Ucrania ya que la expansión de la OTAN, decía, que el desarrollo militar de Ucrania era "inaceptable para Rusia".
Moscú considera a Ucrania parte de su identidad y de su espacio de influencia.
Putin sigue creyendo que ambos países conforman "un solo pueblo".
En febrero 2014, militares rusos y agentes de espionaje del Kremlin penetran en Crimea para forzar su anexión a Rusia.
Putin el 24 febrero 2022, anuncia una "operación militar especial" en Donbas.
El presidente de Ucrania Zelenski, solicita la adhesión del país a la UE por la vía de urgencia.
NO A LA GUERRA DE PUTIN A UCRANIA.
En la tranquilidad de una aldea en Galicia, siento la necesidad de continuar con mis reflexiones.
Hoy toca a la paz, que se empeña en no llegar nunca.
Me estoy refiriendo a la estupidez de Putin con Ucrania.
¿Hasta cuándo? ¿Para qué?
Ansío la paz, en todo el mundo, siempre la paz.
No sé si os ocurre a vosotros, pero a mí, el cambio de hora me produce desasosiego.
Eso de que hasta que anochezca, todo parece interminable, es decir tengo la sensación de que se alarga continuamente el día.
Los bombardeos en Ucrania continúan, la inflación en nuestro país arremete sin compasión, lo ahorrado se derrite y también, las desigualdades, no desaparecen.
Quiero que, de una vez por todas, para siempre nos dejen en paz con la hora.
No quiero cambio de hora.
Solo tenemos que observar la realidad que nos invade y vemos que efectivamente, ni nada es mentira, ni nada es verdad.
Hace mucho tiempo que estamos instalados en la mentira y en la verdad.
Todo depende de quien o quienes invadan en nuestras mentes, para hacernos ver que ni nada es verdad, ni nada es mentira.
Quien me conoce sabe que me gustan los números.
Pero también saben que no soy un gran calculador de estos, ni mucho menos.
Me gustan, seguramente, por la posibilidad que observo en sus formas.
Es algo parecido a lo que me sucede con la música en general, que suelo ver vas allá de las notas que en un pentagrama escriben los compositores.
Veo en esos pentagramas, formas que existen en la vida real.
Volviendo al número que encabeza esta reflexión si lo tumbo, puede ser una cama, una mesa, y posiblemente un acueducto.
Conclusión: no es un mal número el 13.
Recordando fechas pasadas, algunas muy lejanas, me producen sonrisas, me producen tristeza, alguna satisface mi ego, otras ni fu ni fa, pero el resumen, a pesar de los pesares, me gustan.
Bien es cierto que algunas cosas sucedidas, mejor que no hubiera pasado, pero por mucho que queramos controlar, la mayoría de las veces, suceden, sí o sí.
Esa cinta rápida que repaso cómo ha ido mi vida, tengo que decir que, a pesar de los pesares, merece la pena vivir.
Poco a poco nos han llevado al aburrimiento.
Suena muy fuerte, pero es así.
Todo indica que nos han conducido a la sumisión.
Sigo convencido que las mentiras y los cálculos, a veces algorítmicos, nos distrae y al intentar hacer varias cosas a la vez, nos aboca a nuestro tiempo de ocio, que nos ha ganado a no pensar por nosotros mismos.
En definitiva, preferimos no responsabilizarnos.
Volvemos a eso que creíamos desterrado: 'que inventen ellos', como si ellos no fuéramos nosotros.
Es muy probable que acabemos haciendo aquello que nos perjudica.
Justo es por culpa del sometimiento.
De pronto, estoy en medio de una calle, y no sé el motivo de esta situación.
No recuerdo por qué estoy ahí.
Mis imágenes se pierden en los tiempos.
Los vehículos pasan rezándome.
Nadie se detiene.
Oigo voces, increpándome, o eso creo.
Y sigo intentando recordar, pero no lo consigo.
Por fin alguien -que reconozco por su voz- me toma del brazo y me despierta.
Era un sueño. Gracias por la interrupción.
Lo intentan. Los políticos con sus políticas lo intentan.
Intentan arreglar lo mal que están las cosas cotidianas.
Intentan solucionar asuntos que los administrados indican que no son las correctas.
Que la vivienda, sigue mal, pues intentan solucionar algo, pero no les dejan.
Que las relaciones laborales son un desatino, pues elaboran un programa que al final no gusta a los implicados.
Y así, con cualquier tema que no esté bien.
Pero hagan lo que hagan, lo único que les dejarán hacer es parchear.
De alguna manera, nos estamos acostumbrando a determinadas actuaciones de personas que emplean diversas formas sutiles de venganza.
En definitiva, de formas de violencia que se disfrazan con naturalidad y emplean palabras que rayan las buenas actuaciones del otro.
Ser tolerante con el otro no significa ser tonto.
Las agresiones que muchas veces se sufren es por ser 'buena gente', como a mí me gusta expresar.
Ahora que lo pienso, más de una vez me hago el tonto para no sentirme mal ante alguien que emplea la sutileza.
El 14 de marzo de 1992, el IBEX 35, cumple 30 años de existencia.
Con todas sus limitaciones, la Bolsa es un buen indicador de la salud económica de un país como España.
Ese mismo día también comenzó la negociación de los futuros y opciones sobre el índice.
La primera vez que el IBEX 35 superó los 10.000 puntos, fue el 24 de marzo de 1998. Curiosamente es cuando se acercaba la creación del euro.
Se produjo una euforia compradora, pero los sistemas informáticos estaban diseñados para que el índice solo tuviera seis cifras, es decir, cuatro enteros y dos decimales.
La cuestión se solucionó eliminando un decimal, por eso, desde entonces el IBEX 35 (11 de marzo de 1998) el segundo decimal siempre es cero.
Curiosidad del IBEX 35.
Llegan los días silenciosos, como si estuvieran andando de puntillas.
Pero llegan. La sensación es que poco a poco se van sucediendo como si encadenaran crepúsculos.
Es el crepúsculo de la vida.
Pero, a medida que va transcurriendo dicha vida, se producen encadenados, la claridad del comienzo del día, hasta la oscuridad con que llega la noche.
Es el tiempo que duran los crepúsculos de los días.
Sueldos congelados. El mordisco de la inflación se nota en los bolsillos de los 'afortunados' que tienen trabajo.
¿El problema es solo del IPC?
El índice de precios al consumo (IPC) es parte importante de la desigualdad en España.
Esto viene de lejos. En un estudio publicado por la Fundación La Caixa, la inflación en España cerró diciembre 2021 con un alarmante dato: 6,5%.
Utilizando los datos de la media de alzas de precios en 2021, fue del 3,1% teniendo en cuenta que hemos tenido cinco años con precios medios en negativo.
Pero los salarios -según la Agencia Tributaria- el crecimiento medio entre 2007 y 2020 ha sido de un 10,2% mientras que la inflación en ese período (según el INE) ha sido un 20.3%.
Los hogares que menos ingresos por salarios han obtenido, siguen teniendo menos y, al contrario, los que más ingresos obtienen, siguen teniendo más.
Aquí está el meollo de la cuestión, estructuralmente se ha creado, una mayor desigualdad.
Estoy flipando con el tema de las instalaciones intensivas de la ganadería y agricultura.
Los daños medioambientales causados por la agricultura industrial son evidentes.
Hay que invertir mucho dinero para transformar la actual industria, en una industria ecológica.
No podemos seguir cargándonos el planeta dejando en libertad sin freno a los grandes operadores, para que sigan produciendo y obtener unos beneficios de escándalo.
Debemos optimizar la revolución de la nueva agricultura.
Se trata de que nuestros agricultores puedan vivir de su trabajo, y no ser expulsados por estas grandes industrias.
Lo cierto es que estoy flipando con tanta irresponsabilidad.
Es dificil encontrar el equilibrio en una sociedad que anda dando bandazos entre el enfado y el susto.
Es dificil puesto que los extremos existen, sí o sí.
Puedo estar enfadado por alguna cosa que me afecte directamente a mi persona.
Puedo tener un susto tremendo cuando alguien se meta en mi vida y ponga en peligro a los más cercanos de mi entorno.
¿En medio de que estamos? ¿Entre el enfado y el susto?
Hay que hilar muy fino en nuestra mente para hallar un equilibrio justo -para todos- en una sociedad que pulula entre el susto y el enfado.
Lo que en su momento se llamó Radar Covid, fue una aplicación de rastreo de los contagios, que entre otras cosas se podía saber si había tenido un contacto cercano, sin que nadie supiera quien eras tú.
El problema es que tenemos 17 comunidades autónomas y no todas han utilizado dicha aplicación.
Es una verdadera lástima puesto que los fondos de recuperación que inyecten o inyectarán desde la UE, quieren que las directivas de Bruselas, se cumplan.
Hay que poner a trabajar la IA (Inteligencia Artificial).
De nuevo, otra vez.
