Hoy cuando escribo esto estoy en una aldea de Galicia en donde lo máximo que oigo en estos momentos son los comentarios (pocos) de algún vecino con otro hablando de (posiblemente) el nacimiento de un ternero ocurrido ayer.
Son las 17 horas 09 minutos de una tarde placentera y con una temperatura deliciosa de 20º y un sol precioso y preciso sobre el tejado que me resguarda para que deslice mis pensamientos traducidos en palabras sin ningún mal genio por ninguna de ellas.
Ya me ocurrió el año pasado en algún lugar de esta aldea que verdaderamente me tiene embaucado con sus campos, sus cielos, sus encantadores vecinos con los que tengo dicha de conversar a menudo.
Son ellos los que me hacen ver que la vida es bella. Siempre con esa chispa que tiene la buena gente de campo, su ironía y retranca imprescindibles. Aprendo mucho de todos ellos. Me gusta ir chapurreando el gallego y reírnos de mi pronunciación y el sentido o significado que hago muchas veces de lo que me dicen. Reimos con ganas y nos viene a todos muy bien.
Siempre digo que la risa amplía la longitud de la vida, cada vez estoy más seguro.
Efectivamente intento falar gallego, pero me cuesta mucho, aunque de verdad a veces me lo tomo muy enserio, sobre todo cuando hemos tomado unos vinos de estos caldos tan sugerentes como el Albariño, Godello, Ribeiro y alguno más que no consigo recordar.
Me gustan estos intentos.
Precioso posteo amigo, sigamos insistindo en perfecionar a lingua de Castelao. ¡É tan fermosa!
ResponderBorrarMil bicos
MUchas gracias, amiga.Un bico especial
ResponderBorrarAmigo Javier, sigue disfrutando de esa gente maravillosa gallega, siempre se aprende algo bueno. En los años 69-72 estuve en Suiza con esa buena gente.
ResponderBorrarRecibe un abrazo.
Amigo Javier, sigue disfrutando de esa gente maravillosa gallega, siempre se aprende algo bueno. En los años 69-72 estuve en Suiza con esa buena gente.
ResponderBorrarRecibe un abrazo.