Hacia bastante tiempo que no disfrutaba de los diferentes olores que la naturaleza te deja en su básico poder de aire,agua,tierra y fuego.
Paseando por el monte del lugar que disfruto de esta maravillosa tierra que es Galicia, tan rica en colores y manifiestamente dadivosa en sus fragancias, he tenido la fortuna esta misma mañana de constatar lo que es la naturaleza en este entorno en el que estoy pasando unos días.
El lugar para mi es el mejor del mundo; de vez en cuando el viento me trae el sonido de una campaña de la iglesia. Este lugar está enclavado en el interior ,en la provincia de A Coruña. Rodeado de muy 'buena gente', como a mi me gusta decir.
Pero lo que me interesa resaltar es que en los paseos que doy diariamente por el monte, he notado tal variedad de olores que voy a intentar describir esas sensaciones que he experimentado. En mi libreta de anotaciones he dejado constancia de ello y ahora rememoro escribiendo (por cierto hoy es domingo 4 agosto 2013) y también he de confesaros que desde que estoy aquí, he notado tanto silencio sólo interrumpido por algún traqueteo de tractor, que a veces tengo que pasear silbando como cuando era niño y así no sentir ese golpear de mi corazón, retumbando en mis sienes.
Tan pronto me he adentrado en un bosque de 'carvallos' esto es de lo que los Castellanos denominamos robles, y en esos momentos es cuando nada más he empezado a caminar entre dichos árboles, me ha llegado el primer olor fresco de los mismos, aunque el viento a (veces ráfagas fuertes) me tenía que sujetar el sombrero de paja, para que mi cabeza esté protegida de este sol, que muchas
veces engaña y no te das cuenta y en cualquier momento te puedes convertir en un cangrejo colorado recién cocido.
Sigo caminando y paso por un terreno en donde está poblado de eucaliptos, esos árboles que te envuelven con su aroma como sí estuvieras tomando vahos de vapor para que las vías respiratorias se destaponen.
Cuando atisbo una casa en donde el humo de la chimenea está delatando que están cocinando por ejemplo carne asada; por cierto en este lugar del mundo preparan de tal forma, que cuando la pruebas ya no te va a gustar ninguna otra; es una forma muy especial de cocinar la carne, para mi, es única.
Siguiendo un regato cantarín, me detengo en un promontorio del camino y tengo la inmensa suerte
de sentarme cerca de una plantas que despiden un olor inconfundible a menta, una fragancia exquisita que me hace recordar aquellos refrescantes caramelos de menta que en mis años mozos saboreábamos los amigos reunidos en alguna plazuela de mi querida Segovia.
Cuando ya he retornado a la casa y ya haciéndose de noche, casi de puntillas, se me presentan más olores unidos con algún sonido de alguna lechuza y viendo una inmensa luna que más parece el queso que me estoy tomando un un vino. Pienso que ya no puedo pedir más.
Olores que se van degustando con un deleite especial.
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