El primer valor en política para mí es la honestidad.
Para ser honesto en política el político tiene que tener claro qué es un servidor público y como tal no tiene que tener nada pegado al cuerpo que no sea la transparencia de sus actuaciones para los ciudadanos que le han depositado los votos en las urnas.
El político tiene que estar limpio, y cuando digo limpio por supuesto me refiero a que no tenga ninguna mancha en sus actuaciones en general y en particular en su vida pública.
Es imprescindible que si te dedicas a servir a los que te han elegido sean de tu partido o no lo sean, nunca tienes que olvidar el mandato que el pueblo te ha dado para hacer todo lo humanamente posible en solucionar los problemas que la convivencia ciudadana exige tener mejores servicios públicos.
Es el servicio público, que administrado con honestidad, no deje ninguna grieta en donde colarse la mano en la caja pública (esa caja que se amamanta de todos los impuestos que pagamos), y otra cosa que hay que hacer cuando te elige el pueblo para gestionar los asuntos públicos es escuchar a todos los ciudadanos las sugerencias y posibles quejas que te puedan dar una pista para aplicar las políticas adecuadas, pues entre todos y para todos se gestionan mejor los dineros públicos.
He comenzado por el primer valor que es la honestidad, el segundo es estar limpio, pues no hay que tener ninguna debilidad en tus actuaciones y no tengas que arrepentirte de haber dictado alguna ley que haya favorecido alguna amiga, amigo o empresa de alguien conocido, en fin estar limpio en definitiva de tus actuaciones públicas. Normalmente esto de estar limpio es consecuencia de ser honesto.
Otro valor que he dejado constancia aquí, no es otro que escuchar a los ciudadanos. Un político no tiene que ser soberbio, tiene que tener la humildad suficiente como para aprender de los demás y si es posible mejorar lo que te están indicando.
Es posible que haya más valores a destacar, pero los que he indicado pueden ser algunos de los valores en política.
Ser honesto es también no ser demagogo. Y eso, querido bloguero, sí que está hoy en desuso por parte de casi todos, incluidos los que autocalifican de muy puros.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario.
ResponderBorrarAmigo Javier, para mi, en la honestidad (cogiendo un poco el hilo del comentario anterior de "Maluca"), encierra o abarca todos los males o defectos del género humano, por ejemplo: un hombre demagogo es un embaucador y mentiroso, por lo tanto, es obvio que no puede ser honesto, al igual que cualquier otro mal o defecto, es incompatible con la absoluta honestidad.
ResponderBorrarEstoy seguro que, con mucha humildad y honestidad para nuestros gobernantes, sería suficiente para eliminar la soberbia.
Un abrazo.
Amigo Vicente la soberbia es el acicate que ya se termina de hacer, espero en las próximas generales.
ResponderBorrarUn abrazo