Hoy os dejo este artículo para que cada uno saque las consecuencias que crea oportunas.
INICIATIVA DEBATE.
http://iniciativadebate.org/2013/03/05/change-org-o-en-la-boca-del-lobo/?
¿Change.org o en la boca del lobo?
Change.org es un sitio web operado por Change.org Inc., una corporación estadounidense con fines lucrativos, certificada como una Corporación B y constituida en el estado de Delaware (uno de los tres estados norteamericanos, junto a Wyoming y Nevada, que de facto permiten una exención de impuestos para sociedades limitadas), cuyos negocios incluyen el alojamiento de campañas patrocinadas y el envío de e-mails. Organizaciones como Amnistía Internacional -y otras 300 más, según la propia compañía- pagan por alojar y poder patrocinar sus peticiones y campañas. Con algo menos de 100 trabajadores, la empresa facturó más de 15 millones de dólares en 2012.
¿Es change.org la web de una entidad sin ánimo de lucro?
La respuesta es sencilla, no, pues la web está gestionada por una corporación con ánimo de lucro.
Certificado B Corporation y certificado Benefit Corporation
¿Qué significa que está certificada como una Corporación B (B Corporation)? Que Change Inc. ha pagado a una entidad sin ánimo de lucro, llamada B-Lab, que emite unos certificados llamados Certified B Corporation, sin base legal alguna. Según estos, “las empresas certificadas B han sido certificadas así por tener un alto nivel de rendimiento general, social y ambiental”.
Este certificado nada tiene que ver – aunque puede confundirse fácilmente – con un certificado que otorgan algunos estados norteamericanos, llamado Benefit Corporación, que sí tiene base legal y validez jurídica, y que actualmente está vigente sólo en Hawaii, Virginia, Maryland, Vermont, Nueva Jersey, California y Nueva York. Cuatro estados más están en proceso de hacerlo. Change Inc, no tiene certificado Benefit Corporation, ni tan siquiera está en ninguno de los estados mencionados.
Asimismo, B-Lab, la entidad sin ánimo de lucro que emitió el certificado a Change Inc., también se nutre de aportaciones privadas, el 80% de ellas de carácter anónimo, según consta en su memoria anual. La primera empresa a la que B-Lab otorgó el certificado fue a un banco de inversión privada.
Change.org hace gala del certificado otorgado por B-Lab como prueba irrefutable del tipo de entidad que es, cuando Change Inc. no es otra cosa que una empresa privada con ánimo de lucro y una facturación astronómica para los nulos servicios que presta: Change.org, según consta en su página web, no se hace responsable absolutamente de nada, ni tan siquiera de que los datos recogidos en la base de datos sean correctos o se encuentren duplicados por miles, como se ha demostrado más de una vez.
Change.org en España
No existe una Change España como tal, simplemente se trata de una página web traducida al castellano, cuya legislación aplicable de competencia y cuya jurisdicción se basan en la aceptación de las leyes del Estado de Delaware (<>).
Empresa social en España
En la página web de Change.org/es se hace gala de ser una empresa social (“Tenemos el orgullo de ser una empresa social, utilizando lo mejor de una empresa para promover el bien social”) y aquí la posible confusión es mayor, dado que Change Inc., una empresa pura y dura, no puede entrar en el marco legal vigente en España. En España las empresas sociales se regulan por la Ley 5/2011, de 29 de marzo, de Economía Social, según la cual forman parte de este conjunto empresarial y diverso que es la Economía Social, las siguientes entidades: cooperativas, sociedades laborales, mutualidades, Centros Especiales de Trabajo, empresas de inserción, cofradías de pescadores, asociaciones y, finalmente, las fundaciones. Ninguna de estas entidades tiene nada que ver con una empresa privada y con ánimo de lucro afincada en Delaware, aunque sus fines teóricos o publicitarios sean el “empoderar a las personas para crear los cambios que quieren ver”.
Activismo de sofá y en la boca del lobo
La situación actual de la política española, con un grado de corrupción política y económica galopante que ha derivado en un estado de indignación de campaña permanente, unido a nuestra incultura digital, nos ha llevado – con la mejor de las intenciones – a utilizar plataformas digitales que cubiertas de piel de oveja esconden a más de un lobo. Si el mal uso de muchas cajas de ahorros – entidades sin ánimo de lucro con fines sociales – ha llevado al país a la banca rota (banca y rota, pero salvada con nuestro dinero), tiempo es ya de estar alerta y exigir a las entidades que presumen de ser de carácter social que cumplan de forma escrupulosa con la ley española. En caso contrario, se daría la paradoja de estar echando en saco roto legítimas reclamaciones que, además, llenan los bolsillos de corporaciones multinacionales que venden – en una sublimación del capitalismo más salvaje – en forma de humo nuestro deseo de rescatar al país de la podredumbre y pobreza en el que se encuentra.
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